MÚSICA ACUÁTICA
Por Silvia Glocer

Río Moldava
Mi desconocimiento acerca de ciertas cuestiones de geografía se suma a un espíritu aventurero y viajero, y enlaza libremente los ríos Moldava, Danubio y Rhin. De esta manera, los navego en forma consecutiva sin tener que pisar tierra firme. Si alguien me dice que esto no es posible porque sus cauces no se encuentran en ningún punto, entonces les propongo el siguiente recorrido.
El compositor checo Federico Smetana, escribió varios poemas sinfónicos, utilizando canciones y danzas folklóricas de su país con un refinado estilo melódico. Uno de ellos, Mi Patria, incluye una parte llamada El Moldava, que intenta evocar en su descripción musical el curso de ese río. El Moldava contiene una bella melodía del folclore de Europa del Este. Años después, fue tomada por Nissan Belzer y Samuel Cohen, y acompañando el poema de Naftalí Herz Imber, se transformó en Hatikva, el himno nacional de Israel.
Sigamos remando. Llegamos al Danubio ¿Cuántos países atraviesa? No tantos como pasos de baile se han dado en nombre del famosísimo vals de Johann Strauss: El Bello Danubio Azul. Como el compositor vienés no tuvo suerte con la presentación de este vals en la sociedad vienesa, buscó el éxito en una ciudad iluminada: París. Entonces, de regreso a su tierra, el vals llegó a convertirse en una especie de himno triunfal, un sinónimo de alegría del Imperio austro- húngaro y más tarde del mundo occidental.
La imaginación lo permite, y seguimos de viaje. Por eso estamos ahora en las profundidades del Rhin, sobre una roca está el oro, que custodian tres ninfas. Hasta allí llega el enano Alberich, que trata de atrapar a las ninfas y es burlado por ellas. Un rayo de sol atraviesa las aguas y hace brillar el oro. Se entera Alberich de que quien renuncie al amor y confeccione un anillo con aquel oro, será dueño del mundo, y entonces renuncia al amor toma el oro y huye. Las ninfas lo persiguen sin éxito. Alberich labra el anillo y manda en el mundo. Richard Wagner escribió los textos y la música de El anillo de los Nibelungos, cuya primera parte llamada El oro del Rhin transcurre en el fondo de este río. En su tetralogía, Wagner creó un auténtico drama cosmogónico llevando al escenario una interpretación de la historia del universo en donde la mitología medieval alemana, islandesa y noruega, fueron las fuentes con las cuales narró su propia visión de la humanidad.
¿Y si cruzamos el helado mar y llegamos a las tierras nevadas de Escandinavia? El Poema Sinfónico Finlandia, de Jean Sibelius, la describe fielmente, inspirado en viejas leyendas, tradiciones y, sobre todo, en el paisaje rural finlandés.
Si lo que prefieren es el Mediterráneo de Serrat, ese mar que “besa aldeas”, vayamos a España. Será fácil un recorrido de la mano de Isaac Albeniz y su Suite Española. Ella nos lleva por viejas ciudades, con perfume a olivos, naranjos, jardines con agua e historia: Granada (Serenata), Cataluña (Curranda), Sevilla (Sevillanas), Cádiz (Saeta), Asturias (Leyenda), Aragón (Fantasía), Castilla (Sequidillas), y cruzando el Atlántico: Cuba (Nocturno). El ticket incluye a la isla caribeña, porque - en tiempos de Albéniz- todavía era posesión española.
Del otro lado del Atlántico, otros notables poetas le cantaron a las aguas que atraviesan el continente americano, y recorren otros paisajes y climas y acunan en sus lechos peces de las más variadas formas y colores. Dirá el poeta: Cuidado el aparejo pescador/Tal vez esté enganchado un surubí/Que ganas de gritar/Que yo también nací/En la ribera azul del Paraná….de esta manera inmortalizará a este río, con versos acompañados de rítmicos rasguidos de guitarra y un acordeón a piano. Desde estas tierras las danzas y canciones nos invitan a conocer aún más el suelo americano.
La música invita a viajar. Y a volver. Mi Buenos Aires querido, es una excelente opción que nos está esperando, en casa.