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A fines de 1983, la ilusión por la vuelta a la democracia trajo al escritor Julio Cortázar detrás de otra ilusión: que el presidente radical electo Raúl Alfonsín lo recibiera antes de asumir, cuando el último de los dictadores aun no había abandonado la Casa de Gobierno.

La invitación no llegó en ese paso fugaz por Buenos Aires, casi una despedida y regresó a París con las manos vacías. Dos meses después, moría en esa ciudad que cobijó su largo autoexilio, cuando se fue sin poder desentrañar qué significaba el peronismo.

En “La fascinación de las palabras”, Cortázar reconoció que la revolución cubana fue su despertar en la política y los movimientos sociales de liberación.

La Nicaragua sandinista se iba a convertir luego en su otra fascinación y los viajes clandestinos a esa tierra agitada iban a quedar plasmados en el dramáticamente bello “Nicaragua, tan violentamente dulce”.

Nacido casi por casualidad en Bélgica -su padre era diplomático en la embajada argentina en Bruselas-, y con pasos por Suiza y Barcelona, a los 4 años se radicó con su madre y su hermana en Banfield, donde vivió el resto de su infancia.

Algo enfermizo, melancólico, devorador de libros y amante de un deporte rudo: el boxeo. Así era el joven de figura larga y eterna cara de niño. Profesor de literatura en pueblos del interior bonaerense –Bolívar, Saladillo, Chivilcoy- y de literatura francesa cuando se estableció en Mendoza.

 

LA VIGENCIA DE UN CRONOPIO INOXIDABLE

Por Elisa Marroco

En 1946 publicó “La otra orilla”, su primer volumen de cuentos y en los Anales de Buenos Aires, la revista dirigida por Jorge Luis Borges apareció “Casa tomada”, en la que se vislumbra la que será su potencialidad narrativa y creadora. Allí también publicó “Bestiario”.

Tres años después de “Los premios” vio la luz “Rayuela” (1963), su obra cumbre y una de las más significativas de las letras latinoamericanas y de habla hispana.

Traducida a 30 idiomas, el juego seguirá renovándose con cada nuevo lector que podrá elegir el recorrido por sus páginas. El juego de quien aclaró que no nació para aceptar las cosas tal como le eran dadas. La novela caló hondo en los más jóvenes.

“Esa es la gran maravilla de un escritor: saber que ha escrito un libro pensando que hacía una cosa que correspondía a su edad, a su tiempo y a su clima, y descubrir de pronto que planteó problemas que son de la generación siguiente. Esa es para mí la gran recompensa, la justificación total de “Rayuela”.

Entre 1956 y 1982, Cortázar publica “Final del juego”, “Las cartas secretas”, “Todos los fuegos, el fuego”, “Octaedro, “Alguien que anda por ahí”, “Queremos tanto a Glenda” y “Deshoras”, volúmenes de cuentos que compartieron tiempo y espacio con novelas como “62 modelo para armar” (1968) y “El libro de Manuel” (1973), o las misceláneas “La vuelta al día en ochenta mundos”, “Último round” y “Los autonautas de la cosmopolita”, escrita con su tercera mujer, Carol Dunlop, cuya muerte lo hundió en la tristeza y acaso arrimó la suya. En “Historias de cronopios y de famas”, pone la lupa en burguesía argentina de los años 60 y en “Un tal Lucas”, el personaje principal es su propio alter ego.

Autor imaginativo, renovador, su pensamiento crítico quedó plasmado en múltiples ensayos, cartas y pronunciamientos, escritas a lo largo de más de treinta años.

En “Policrítica en la hora de los chacales”, reconoce un paso en falso en la firma, junto a otros intelectuales, de un manifiesto contra la detención del escritor cubano Heriberto Padilla en La Habana.

“Tienes razón Fidel: sólo en la brega hay derecho al descontento. Sólo de adentro ha de salir la crítica, la búsqueda de fórmulas mejores. Sí, pero de adentro es tan afueras a veces. Y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los que firman los virtuosos textos, porque Cuba no es eso que exigen sus esquemas de bufete. No me creo excepción, soy como ellos: qué habré hecho por Cuba más allá del amor. Qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza”, se pregunta.

Lejos de la patria, nunca se desentendió de ella: donó los derechos de autor de “El libro de Manuel” a la lucha por la libertad de los presos políticos argentinos, tras el golpe del 76. Y valoró la aparición de los pañuelos blancos en la Plaza de Mayo por la aparición con vida de los desaparecidos y el fin de la oprobiosa dictadura.

A cien años de su nacimiento y a treinta de su muerte, Cortázar sigue siendo ese porteño de hablar afrancesado, comprometido y fantástico, al que todavía se echa de menos. Como sus libros.

 

 

CORTÁZAR EN EL MUNDO

 

El Salón del Libro de París 2014 tuvo a la Argentina de

invitada de honor y un pabellón especial en el que además

de difundir a  escritores, novelistas, ensayistas, poetas y

editores del país, dedicó un espacio significativo a

homenajear a Julio Cortázar, el más parisino de los autores

argentinos.

La inauguración contó con la presencia de la presidenta

Cristina Fernández de Kirchner y del primer ministro

francés, Jean Marc Ayrault, entre otras personalidades de

ambos países.

En Berlín, la cuarta edición del Festival de Cortometrajes

Latinoamericanos –Lakino- también rinde tributo a

Cortázar proyectando cortos basados en sus historias.

En el programa de Lakino “100 años de Cortázar“, se exhiben “Circe”, uno de los cuentos de “Bestiario”, “Blow up”, filmada por Michelángelo Antonioni y “Mentiras piadosas”, entre otras obras que ponen de relieve el influjo que el autor de “Rayuela” tuvo para nóveles directores y para los consagrados como Manuel Antín, Claude Chabrol, Jean Luc Godard, Fabián Bielinsky, el propio Antonioni, a pesar del desafío de llevar una literatura que rompía con los moldes de la escritura al lenguaje cinematográfico.

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